lunes, 18 de agosto de 2008

Paisaje de Verano.

El paisaje del verano me muestra las carpas del Paleo que ya están armadas, los campos verdes o dorados, la gente que pasea y hace asados y picnics; me trae el sol, el calor, las tardes interminables y las noches cortas, las madrugadas frescas impregnadas con olor a nuevo. El verano me hamaca en su sopor, me lleva a la piscina, a acostarme en el pasto y sentir la tierra, a mirar por el balcón y a regar mis plantas diariamente. Me impulsa a querer hacer paseos por los bosques frescos y amables que invitan al descanso y al verde profundo. Me regala la fiesta de los sabores de las frutas estivales, frutillas, duraznos, sandías, melones, ciruelas, y los helados, que nunca, lamentablemente, serán los de Freddo.

Siempre consideré que el verano era una fiesta, una temporada encantadora que esperaba todo el año y luego disfrutaba intensamente. El fin de las clases, las vacaciones, el ansiado recreo anual, lleno de fiestas y sorpresas.

En Europa el verano trae, aparte del turismo, un ingrediente mas nuevo y menos tradicional pero que sigue batiendo récords: los festivales musicales.

Esta semana se llevó a cabo en Nyon, el Paléo, famoso festival de Rock & Pop mas grande de Europa, que se lleva a cabo de martes a domingo y reúne, tal como el festival de Jazz de Montreux, a importantísimos músicos de todo el planeta. Este año se dieron cita: Ben Harper & The Innocent Criminals, Call The Hives, dEUS, Mika, Justice, Girls in Hawaii, Micky Green, I’m from Barcelona, Manu Chao, Massive Attack, IAM, Grand Corps Malade, Keny Arkana, Yelle, Vanessa Pardis, Etienne Daho, R.E.M., Yael Naim, por nombrar los que yo mas conozco. Lo que diferencia al Paleo de los otros festivales es que aquí la gente puede venir con su casa rodante o su carpa y acampar durante toda la semana, es una especie de éxodo temporal musiquero con un touch hippy-freestyle, que hace que Nyon, el pequeño pueblito donde vivimos sea sacudido por una oleada enorme de gente, de tráfico y de trabajo extra pero todo con olor a clave de sol.

Mis hijos, a partir de sus 14 años siempre se anotaron para trabajar en este festival y como tal, recibían su pase gratis para toda la semana y un pago extra. Tenemos este festival tan incorporado a la familia que me cuesta trabajo pensar que Kevin no está aquí para disfrutarlo.

Cuando lo invité “un día a tu elección”, Brandon eligió el miércoles como la noche para asistir. Las entradas se ponen en venta en el mes de abril y se agotan en la misma semana – aunque cuesten entre los 180 y los 300 francos (o dólares) dependiendo si uno es estudiante o no y si el abono es de 4, 5 o 6 días; la entrada por día cuesta 60. Una vez comenzado el festival y para luchar contra el mercado negro, la empresa organizadora pone todos los días 1000 entradas en venta en Internet. Así fue que el miércoles luego de haber dejado a Manolo en la veterinaria para su control diabético, me instalé en la computadora poco antes de las 9 y comencé a seguir las indicaciones para conseguir las dos entradas, prendiendo vela para luchar contra los efectos nefastos del fracaso pues nunca se sabe en que estado incandescente se encontrarán Internet o nuestra venerable computadora, quien luego de su último derrame cerebral ha quedado con ciertas dolencias y una marcada sensibilidad irritativa que me quitan toda la confianza. El universo me acompañó y logré sacar las dos entradas sin problemas, pagué con tarjeta e imprimí los tickets en mi impresora con mucho esmero y mucho orgullo, ¡¡¡lo que es la tecnología!!!

El Festival abre sus puertas diariamente a las 16 horas y desde entonces que brillan los conciertos, los puestos de comida, los stands de publicidad y los negocios que venden absolutamente de todo como ya es de rigor en cuanto evento se desarrolle, ya el merchandising no solo tiene que ver con el tema sino que trasciende lo alegórico y nos invade con todo lo que ande circulando por allí y sea vendible. Nosotros salimos de casa un poco antes de las ocho, campera en mano pues soplaba un viento poco amigo. Fuimos caminando tranquilamente hasta la estación de Plantaz desde donde abordamos el tren gratuito que nos llevó en escasos minutos hasta L’Asse, cede oficial del Paléo. El ambiente era manso y animado, como cuando uno va a una fiesta en familia, pues es ese el sello del Paléo. Los chicos menores de 12 años no pagan, así que son arrastrados por sus padres o los padres son arrastrados por los hijos y se forma así un espacio Campanelli pero con aire suizo que es muy gracioso y atípico. Al principio impera el orden, pero luego sea por la ingesta de alcohol, por la cercanía de los amigos y conocidos, por el ambiente festivo, por el verano, los diques del control absoluto son asaltados y minados por las ganas de vivir, por disfrutar, por la alegría y el gozo y la gente se deja estar, baja la guardia y vive el presente con felicidad. Eso provoca que no todo esté tan limpio y ordenado, que a veces nos encontremos asediados por la masa y que haya colas y esperas, es un paisaje real y lleno de vida, imperfecto, desordenado que contrasta con la vida rectangular y lisa que solemos transitar en estos paisajes.

Como teníamos tiempo primero estuvimos paseando un poco y tanto stand de comida nos dio hambre así que nos sentamos a comer comida china del restó Mekong y de paso estudiamos un poco el público. Un relax total donde todo estaba permitido, desde converse altísimas cual bota de caña alta compradas en Rusia, pelucas verdes, pelos al viento, al rulo o a la que te criaste, shorts con o sin medias largas o cortas, faldas cortas, largas o a media asta, remeras de todos los colores, en fin, muuuuy free.

En la mesa de atrás nuestro se encontraba el típico caso del chiquillo de 2 o 3 años, totalmente copado con el evento, que papá subió a la mesa y que ostentaba una guitarra eléctrica de juguete. El chiquilín estaba como poseído y circulaba a lo largo y a lo ancho de la mesa tocando mudamente la guitarra y gesticulando como si ya fuera una estrella de rock consagrada. El único problema era que nadie le prestaba atención. El padre discutía mansamente con la madre sin registro alguno del vástago y el chico que quería que lo que no tiene mas remedio ni elección de amar mas en el mundo le diera bolilla, iba subiendo el volumen de su espectáculo a una velocidad indirectamente proporcional a la bola que le daban sus progenitores. Yo lo miré; al principio con curiosidad y simpatía que se fue convirtiendo en preocupación altamente irritativa a medida que el espectáculo unipersonal del chiquilín se convertía en algo más violento e impetuoso. El padre, que a esta altura se había quedado solo, seguía sumido en sus propios pensamientos y ni siquiera le dirigía una mirada a lo que ya se había convertido en una fiera suelta que pateaba y pisoteaba la mesa cada vez con mas ímpetu y fuerza. Yo no podía despegar los ojos de la escena, pues por un lado la velocidad me alucinaba y por el otro la impasividad del padre me ponía loquísima. Finalmente cuando el chico dio el inevitable y esperado traspié y por un pelo se salvó de desnucarse, el ancestro se dignó mirarlo pero solo ¡para retarlo! ¡No se puede tener un padre más al pedo! Y ahí tuve que tener una pequeña intervención –Brandon me permitió esgrimir solo una exclamación- pues no soporto esas cosas que pasan sobretodo en esta Europa vieja e intolerante, donde a los chicos se les exige desde pequeños ser grandes y responsables. Así que para no agriar la soirée desde el comienzo, optamos por levar anclas, dejar al futuro roquero discutiendo con su impávido progenitor y sondear otras aguas más a tono con nuestras urgencias.

Aterrizamos en lo que se llama “La grande Scène” y para nuestra sorpresa el concierto acababa de comenzar. Lentamente nos fuimos adentrando en la marabunta de gente hasta lograr acercarnos al menos a una de las dos pantallas gigantes. El grupo que azotaba los teclados se llamaba Justice y yo ya lo conocía puesto que en mi hogar, Brandon agota con sus canciones. Eso fue bueno, pues si no hubiera tenido los oídos ya domados, creo que no lo hubiera aguantado. Al conocer los temas de antemano, me enganché y lo pasé genial. Justice es un dúo francés de música electrónica formado por Gaspard Augé y Xavier de Rosnay. Su logo es una gran cruz luminosa representada también en su primer álbum –junio 2007- que obviamente se llama + (Cross), la cual llevan a todos lados y que como no podía ser de otra manera, estaba expuesta en el escenario: grande, blanca y brillante. El dúo, controvertido entre los fanáticos de la música dance, es conocido por incorporar una fuerte influencia rock a su música e imagen. La verdad es que estos dos tecladistas se mataron tocando, se notaba el esfuerzo, sobretodo porque uno fumó casi todo el recital y darle al teclado y fumar a la vez es toda una hazaña que requiere maña y habilidad. El último tema que tocaron “We are your friends” (tema ganador del mejor video MTV Europe Music Awards 2006) y que normalmente tocan con otro cantante llamado Simian, que no forma parte del dúo –je, sino sería un trío-, duró una buena media hora y fue a-lu-ci-nan-te. Digamos que condimentaron el tema original con todo tipo de novedades. Crearon una especie de patch-work musical, cortando al bies e insertando otras músicas en el medio, arriba, abajo o a los costados, un trabajo magistral de mezclas y remezclas, con un ritmo infernal que nos llevó a todos un desenfreno danzante que nos alegró la vida, el alma y el espíritu.

Como sucede a menudo, cuando se termina un concierto que nos lleva al éxtasis y al desenfreno, en cuanto los parlantes se callan, se instala, además del silencio, como un vacío existencial que se extiende e impregna todo. Sentir ese vacío en un lugar al aire libre y poblado de gente es sumamente raro y extraño, sobretodo por que en general en ese momento uno no entiende lo que pasa. Por eso lo mejor fue buscar nuevos horizontes. Mientras tratábamos de desalojar mansamente el área, Brandon me contaba lo impresionado que estaba de haber logrado ver a escasos metros, gracias a que al final me lo subí en la espalda para que pudiera ver el escenario desde donde estábamos, a sus ídolos, “y era tan real, estaban allí, los vi tan cerquita… ¡y después los veo en la televisión!” Es la magia y el encanto de los conciertos en vivo, lograr ver a los ídolos y verificar que son de carne y hueso, que existen, que respiran, que son tan seres humanos como todos nosotros.

El programa siguiente era tratar de ver a Micky Green, la ex -modelo australiana de 23 años cuyo tema “Oh!” (¿no es excelente el título?) circula por los canales de cable noche y día sin parar. Y digo bien cuando escribo “tratar de ver” puesto que nunca logramos entrar a la carpa donde la chica cantaba. A medio camino nos vimos atrapados en una masa compacta de marea humana que no nos dejaba mover con libre albedrío como era nuestro sentir. De todas formas y gracias a una perseverancia inclaudicable logramos arrastrarnos a través de la gente y llegar hasta la puerta desde donde escuchamos “Oh!” muy emocionados. Brandon no podía creer que no íbamos a poder entrar, pero yo lo hice recapacitar y le dije que visto y considerando que nos iba a llevar un tiempo salir del atascadero en el que estábamos anclados, lo mejor era poner proa orientada hacia el próximo concierto antes de quedar sepultados allí para siempre.

Por suerte dimos con una corriente favorable que haciendo un gran détour nos hizo desembocar en la carpa de Baccardi, que si bien estaba llena de gente, por lo menos daba lugar y espacio para caminar y/o deambular como seres humanos dignos. Aprovechamos para asistir al excusado, lo que nos llevó un buen tiempo debido a las densas colas destinadas a tal fin. En este festival se vende mucha cerveza y entonces las colas de los baños son tan asistidas por hombres como por mujeres.

A las 23h15 plantamos bandera nuevamente en “la Grand Scène” debajo de la pantalla gigante y a escasos 5 metros del escenario. Ya era imposible avanzar mas para el recital de Mika, que comenzó puntualmente a la medianoche.

Michael Holbrook Penniman Ismaili (1983) más conocido como Mika es un cantante británico de origen libanés. Su familia está constituida por cinco hermanos, de madre libanesa y padre estadounidense. Huyendo de la guerra del Líbano pasó con su familia por diferentes lugares (París, Chipre) antes de establecerse en Londres a la edad de nueve años, al mismo tiempo que descubrieron que Mika sufría de dislexia. Más tarde, le contrataron una profesora de ópera rusa, para que le enseñara canto. Esto provocó que a los 15 años ya cantara como contratenor. Se matriculó en la London School of Economics para estudiar economía y política, pero dos semanas después ya estaba estudiando música en el Royal College of Music.Antes de triunfar como cantante pop, Mika fue cantante de ópera, escribió música funcional para la aerolínea British Airways y compuso jingles publicitarios.En el 2007 firmó un contrato con el reactivado sello de música disco de los setenta Casablanca Records para su álbum debut, Life in Cartoon Motion. Su primer álbum fue número uno en Inglaterra y va camino de serlo en muchos otros países. Es el artista más prometedor del año según la encuesta anual que realiza la BBC entre más de 130 profesionales independientes del mundo de la música y los medios de comunicación británicos.

No es fácil mantener el equilibrio en el medio del gentío y resulta mucho más difícil cuando la muchedumbre danza y no precisamente al unísono, pero endulzados con la música de Mika pudimos sobrevivir, bailar, cantar y disfrutar hasta el último minuto del show.

Antes de comenzar, e intuimos que para atraer a las cámaras de la tele y ver su rostro plasmado en las pantallas gigantes, un abombado que estaba dos metros adelante nuestro se balanceaba con una colchoneta inflable (de esas que llevamos a la playa) color verde. Nadie daba crédito a sus ojos, pues como la sostenía por arriba de su cabeza, la colchoneta sobresalía y bloqueaba la vista de todos los que teníamos la desgracia de estar detrás de él. La justicia obró por mano propia y cuando faltaban quince minutos para comenzar el show, manos artesanas trataron de agujerear la misma con un cigarrillo. Como no dio resultado, visto que el plástico era más grueso que un simple globo, directamente le sustrajeron el juguete de un tirón y lo fueron pasando para atrás hasta que se perdió de vista. El infrascripto sólo atinó a sonreír estúpidamente con un dejo de tristeza.

Mika salió a escena a salto vivo entonando su “Lollipop” como apertura, calzando zapatillas, jeans, remera blanca y tiradores. El escenario se llenó de colores, de luces, de alegría desplegada con globos y con papelitos de colores que eran eyectados de enormes trombones especiales para tal fin. Solo mirar la cara de Brandon, deshizo los 45 minutos de espera en nada y se me evaporó el cansancio como por encanto. El chico estaba fascinado y feliz. Como no veía el escenario, me lo volví a subir a la espalda, pero aguantamos poco pues ya no estoy para estos trotes. El universo envió ayuda: al lado nuestro había una pareja muy joven y la chica se ofreció a remplazarme. Así que el resto del show, entre ella y su novio –quien nunca se sacó los anteojos de sol-, se lo cargaron en la espalda y Brandon pudo ver todo con lujo de detalles.

Los temas del recital fueron todos los de su único CD “Life in Cartoon Motion” que Brandon me había regalado para Navidad y es uno de los pocos CDS del cual puedo decir que me gustan todos las canciones. Fue una verdadera felicidad cantar a coro con la hinchada y escuchar esos temas en vivo, al aire libre y bajo las estrellas. El hecho de pasar por esta experiencia tiñó estas canciones con nuevas emociones, o con emociones puras, pues eso es lo que pasa en los conciertos, uno está 100 % allí, viviendo el presente a full y es como que la música nos rodea, se incorpora a nuestro cuerpo y a nuestro sentir, nos brota, nos fluye y nos acuna con su ritmo. El público es la música y es como una especie de sentir colectivo delicioso, pues todos estamos disfrutando algo que nos hace felices. Mika se dio a fondo, brindando un show maravilloso y todo era un espiral ascendente de alegría y buena honda generalizada en un ida y vuelta, pues el ver a todos contentos le daba al artista fuerza y energía para seguir encantándonos con su música y sus canciones. Si le agregamos que era verano y que estábamos al aire libre bajo las estrellas en una noche mágica y maravillosa… ¿qué más se puede pedir para ser completamente feliz? En todo caso, lo atesoré como un hermoso recuerdo que volveré a revivir, agradecida, cada vez que escuche la música de Mika.

Lentamente comenzamos el éxodo del retorno, habiendo primero pasado por el stand de Mika, para comprar el famoso “souvenir”. Me negué a pagar 40 francos por una remera de algodón. Brandon estuvo de acuerdo y eligió un librito y un póster que ilumina alegremente la pared de su cuarto.

Desde Nyon, la capital del Paléo, y cede temporal del verano, va mi cariño y mi recuerdo para todos ustedes que se encuentran… ¿dónde?

Alejandra
23.07.08
(hay fotos en al álbum Paléo 2008)

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