viernes, 12 de septiembre de 2008

Desventuras en el mundo de la búsqueda laboral.

Hoy tuve una entrevista en Medtronics. Hace mucho que busco trabajo y hace bastante que quiero trabajar; dos vías que no siempre corrieron paralelas, pero los últimos encuentros cercanos con algún tipo de empleo potable fueron un tanto nefastos. Primero tuve una entrevista en la sede del Consejo Ecuménico Mundial. Un lugar angélico, habitado por gente que está más cerca de Dios y genera menos stress y menor polución. Esa fue la sensación que me causaron todas las personas con las cuales me entrevisté. No era como entrar a una iglesia pero casi. Había una especie de velado halo de santidad que las recubría, un brillo especial en un lugar no apto para trepadores y villanos. Era para trabajar en el proyecto de la década contra la violencia y todo lo que me contaron me encantó pues era un proyecto mundial que encima culminaba con un congreso en el 2010 en Kingston, Jamaica, donde todos cantaríamos a coro las canciones de Bob Marley haciendo gárgaras con agua bendita y brindis con vino de misa.


Cuestión que luego de un par de pruebas y varios ayunos y salmos entonados en Maitines, me llamaron para contestarme que el puesto era mío. ¡Hurra! Fui feliz hasta que me comunicaron el sueldo y comprendí que el hecho de estar más cerca de Dios otorga más beneficios celestes pero genera menos dividendos económicos. Al ser una organización sin fines de lucro el salario era menor que el primer sueldo que tuve cuando llegué a Suiza nueve años atrás y encima sin aguinaldo. Lo peor es que ni siquiera sacrificando todo, llegaba a pagar los gastos básicos de los cuales el alquiler de mi casa continua siendo el top 1 y era exactamente la mitad del sueldo. Así que con mucho dolor y tristeza tuve que decir que no, por lo cual perdí el derecho a la canonización instantánea y Dios me castigó duramente como verán a continuación.


Al mismo tiempo había tenido una entrevista en una empresa brasilera de extracción de minerales llamada Valé, sita en St. Préx a unos veinte minutos de casa. Allí buscaban una secretaria con inglés, francés y/o portugués o castellano. ¡Ideal!!! El sueldo era excelente y tenía muy buenos beneficios sociales. También a este puesto le tuve mucha fe pues al final de una dura entrevista con dos mujeres (una de recursos humanos y otra del sector adonde postulaba), la de recursos humanos (que encima ostentaba el mismo apellido que mi amiga Kathy) me acompañó a la puerta y me felicitó por mi nivel de inglés. Y ahí me dije “el puesto es mío” y sonreí agradecida.


Grande fue mi sorpresa al recibir dos semanas después el llamado de la agencia informándome que la respuesta había sido negativa. Al preguntar si habían dado un motivo, quedé sorprendida y consternada cuando me explicaron que la empresa había informado que tanto mi nivel de idiomas como de competencia era muy bueno, pero que ellos (o “ellas” pues sin duda fueron las dos brujas que me entrevistaron) encontraban que yo era “demasiado sexy para el puesto”. La mujer de la agencia me preguntó cómo había ido vestida y le informé que exactamente igual que cuando la visité a ella. Me dijo que no entendía entonces que había pasado pero que me tendría en cuenta para futuros puestos y por supuesto, como casi siempre sucede en estos casos, nunca más me llamó.


Luego vino el verano y no pasó nada, por lo cual decidí y puesto que el desempleo me lo paga, anotarme en un curso de Power Point que termino hoy y que me ayudó mucho a airear mis neuronas, a salir de mi casa y pensando en otras cosas, postular vía Internet o correo a todos los puestos disponibles. De entre todos los requeridos, obtuve una respuesta positiva con opción a primera entrevista para el viernes 12 de septiembre que viene a ser hoy.


Así fue como anoche, ya en el límite de mis fuerzas, comencé a preparar mi atuendo con una tensión incrementativa un tanto persecutoria. Luego de ser considerada “la elegida” para la iglesia y “la sexy” para los brasileros (¡nada menos!), me sentía como en el mismísimo centro del bien y del mal. Decidí que debía poner especial atención al atuendo que era lo que sí podía controlar, ya que no sé si cuando estoy en entrevistas emana de mi algún comportamiento que se me escapa y que genera en los demás las opiniones mas diversas. Bárbara me sugirió que fuera en tailleur negro con camisa blanca, sobria y formal. Y aquí vino otro problema con respecto a la ropa. Y es que adelgacé, cosa que es buenísima, siempre y cuando uno termine y vuelva al peso original y la ropa le entre. Si bien he bajado 10 kilos, aun no he llegado al punto necesario para calzar mis pantalones de antaño pero tampoco puedo usar los otros pues me quedan grandes.


Para mi gran felicidad, logré entrar sin problemas en un pantalón Calvin Klein nuevo, que me había comprado en Las Vegas cuando visioné dos cosas importantes 1) que adelgazaría si realmente me lo proponía y 2) el precio final de la liquidación que al cambio resultaba una ganga. Solucionado el tema pantalón y visto que el blazer y la camisa no causaban problemas, pasamos al rubro calzado. Los zapatos potables no tenían el taco suficientemente alto para no tener que ponerme a retocar el ruedo del pantalón y como estoy muy alejada del reino del costurero, y sabiendo que hoy el clima no sería benévolo, busqué entre las botas de invierno. Entre la colección que juntamos con Barbara anexando nuestros respectivos tesoros, solo había una con el taco suficientemente alto la cual fue seleccionada por unanimidad: antiguas glorias de Ricky Sarkany que rescaté con inmensa alegría y muchos recuerdos nostálgicos. Pero… en cuanto me las probé, dime cuenta de que el taco (que era chino) estaba totalmente despegado de la suela. Como no quería ir toda de negro pero con botas marrones –era otra opción para no coser el ruedo-, busqué la cola de pegar, una especial que tengo y que pega todo de la noche a la mañana sin chistar, unté generosamente la suela, le empotré el gran diccionario Larousse encima y me fui a dormir tranquila.


La mañana, que amaneció lluviosa y fresca, también trajo la luz necesaria para constatar que los Calvin Klein no eran negros sino azul oscuro, hermoso color que queda espantoso con blazer negro o blanco, que eran mis únicas dos opciones de blazer. Los otros dos pantalones negros en mi haber me quedaban gigantes. Dispuesta a no darme por vencida ante nada, irrumpí en el ropero de mi hija y robé un pantalón negro que me entró y todo. Respiré aliviada hasta que me calcé las botas y comprobé dos cosas alarmantes: 1) el ruedo… mi hija es mas alta que yo y por ende el pantalón arrastraba de la peor manera, así que agarré la abrochadora y me zampé un broche de cada lado del pantalón paralelo a las costuras. Intenté pasarle marcador negro indeleble para que disimulara mas el gancho plateado pero el metal se negó enfáticamente a aceptar el color sugerido; y 2) en cuanto di el primer paso la suela se volvió a despegar. Se ve que la humedad ambiental intercedió o Dios no estaba de mi lado pues ahí ya no tuve más nada que hacer. Igualmente probé con otra cola especial para zapatos que rescaté de las garras de la heladera en aras de que se pegara mientras iba manejando en el auto y ensayé unos pasos sin cojear y tratando de que no se despegara totalmente. A esa altura ya no me quedaba nada de tiempo y aún no había cambiado de cartera, así que me apuré mucho, y logré meter en una bolsa el par de botas marrones opcionales para el caso en que la bota se disgregara de cuajo de la suela en un suicidio irremediable y partí al son de las canciones de Abba, las cuales luego de haber visto la peli Mamma Mía me acompañan adonde vaya.


A pesar de todos los inconvenientes matutinos y de que al leer las instrucciones para llegar al lugar tomara las del lado equivocado, logré llegar a destino con diez minutos de anticipación y todo. Estacioné el auto en el parking para visitantes y me presenté en la recepción que era atendida por dos hombres y una mujer. Me prestaron una tarjeta colgante que ostentaba mi status de visitante y me indicaron que tomara asiento en los sillones del lobby. A las 10:05 bajó Paul B. y me escoltó hasta la sala Mont Blanc donde se desarrolló nuestra entrevista que duró casi una hora. El lugar, la descripción del puesto y especialmente Paul (que es irlandés y tiene un llamativo aire a Patrick Dempsey) me encantaron. Me informó asimismo que entre hoy por la tarde y el lunes me comunicarán si sigo en carrera. Ahora solo queda esperar.


Desde Lausanne, cede de mi última clase de Power Point, al son del caer de una dulce y tímida lluvia, les mando a todos: ¡un beso gigante!


Alejandra