domingo, 24 de agosto de 2008

Oldies: Ser Extranjera

Anoche fuimos a comer afuera con una pareja de amigos de Marcelo. Hacía mucho que yo quería conocerlos pues Walter, francés de Alsacia, fue con Marcelo a navegar varias veces al Caribe y era un poco como el héroe legendario de todas esas anécdotas caribeñas que Marcelo me contó con tanto entusiasmo y mechadas con tan buenos recuerdos. Jean-Renée, su mujer, es suiza. Como no tienen hijos, trajeron al perro, un bóxer llamado Max de un año de edad que se portó impecablemente bien.

Fuimos a comer a un restó gastronómico de esos que se encuentran a la orilla del lago Leman y que por ende son elegantes y caros. El “Chateau des Fleurs”, que también es un hotel, donde fuimos atendidos por cuatro mozos que seguramente estaban en pleno estreno y despliegue de sus dotes estudiadas con esmero en la famosa escuela internacional de hotelería suiza. El hecho de que el perro ocupara un lugar en el piso al lado de su amo, provocó un verdadero revuelo que no pudieron superar en toda la velada. Por mas que Walter les explicó que ya no importaba mantener las posiciones de rigor para servir, como la creatividad es algo que no se estudia y obviamente en este país tampoco se requiere ni se premia, no supieron inventar otra que tratar de pararse arriba o al borde del pobre perro para seguir ensayando sus poses adquiridas en un acrobático intento vano por aceptar simplemente la realidad: había que pasar por otro lado. Estaban tan pendientes de hacer todo bien y era tan poca la espontaneidad de la que disponían, que el mínimo margen de error los sumía irremediablemente en la comedia de los equívocos en vías del desastre completo, con la diferencia que aquí nadie reía. Creo que mas de uno terminó —como la chica que apoyó prematuramente en la mesa la inmensa copa cristaloidea que contenía el hielo, antes de que el maître hubiera introducido los dos cubitos de rigor en mi aperitivo— con úlcera perforada y reprimendas varias. La mirada taladrantemente expresiva de la que fue objeto no se me pasó por alto y la pobre que ya estaba pálida y nerviosísima, pasó al verde lívido y estoy segura de que al llegar a la cocina debe de haber sufrido una crisis frenética y unas cuantas amonestaciones que redundaran tal vez en un descuento en su sueldo. Yo trataba de calmarlos con cálidas miradas de agradecimiento y mercis susurrados a repetición pues me producía una inmensa pena verlos sumidos en tanta confusión y aún así seguir perseverando en conseguir algo perfecto que no servía para nada. Pero estaban todos tan pendientes de su esmerada actuación que no creo que mi pobre mensaje de paz y tranquilidad, les haya hecho mella en algún momento. La mesa estaba tan llena de cosas que era casi imposible moverse con comodidad y uno se terminaba preguntando para que quería tanta copa, tanto cubierto y tanto platito que lo único que lograban era dificultar la digestión de la comida servida, que, eso si, era una verdadera delicia.

Así que heme aquí, en el medio de un despliegue de esmeradas atenciones y tratando de seguir la conversación en francés, entendiendo poco al oír hablar de gente que no conozco y de situaciones ajenas en las que me resultaba difícil intervenir o dar una opinión. Mansamente me puse en auditiva, tratando de acompasar y observar para conocer y comprender a estas nuevas personas que tal vez por un capricho del destino y sin explicación cósmica, irrumpen en mi vida de este ahora. En un momento se habló de cine cómico francés, empezando por la maravilla de “Asterix y Cleopatra” y eso me puso contenta porque amo el cine y había varias películas que había visto, pero cuando lograba hilar una frase coherente sobre mi opinión al respecto, ya estaban en otra peli que tal vez yo no había visto; esto sucedió varias veces hasta que agarrándome del rubro de películas recomendables y meritorias, logré citar “Los unos y los otros” excelente film de Claude Lelouch, año ‘81 u ‘82 si no me equivoco, un film que da mucho para comentar. Walter tarareó una canción que en realidad era la música de “Un hombre y una mujer”, otra famosa película de Lelouch pero del ’66. Cometí el error de corregirlo con año y todo y si bien lo disimuló riendo, no le gustó nada y eso puso fin a la discusión cinematográfica y a mis pocas posibilidades de intervención en un tema neutro que hubiera servido para perfilar una opinión personal y de ese modo dar a conocer un poquito de mi persona. Eso, si la gente tiene ganas de conocerte y le da la cabeza para analizar tus comentarios y lecturas particulares.

Mientras avanzaba la noche comencé a sentirme cada vez mas frustrada de no poder decir ni intervenir en nada y ojo, no pretendía ser la estrella ni ostentar un rol protagónico ni mucho menos, solo quería ser una mas del grupo. Me sentí dejada de lado, aislada, triste, poca cosa, pero por sobre todo me sentí extranjera, hecho que me disgustó mas que cualquier otro.

Cuando volvíamos para casa en el auto estaba realmente angustiada, pues no es la primera vez que me pasa una cosa así. Antes me excusaba pensando que era por no comprender las sutilezas del idioma o ciertos chistes, o muchas veces por una diferencia de cultura, aquí muchos tienen poder económico y son educados pero eso no va de la mano de la cultura (tanto museo y obra de arte al reverendo pedo!). Y no es que yo me sienta “El libro gordo de Petete” pero digamos que en el ámbito que siempre me moví, hay ciertas cosas que uno comenta, aunque sea un artículo del diario, una exposición, un libro, la música, el cine, etc. Pero anoche comprendí que es doloroso no tener un espacio en una mesa amistosa, y que en el fondo todo eso no es otra cosa que pagar el derecho de piso con cierta abnegación y sacrificio, disimulando la bronca que nos provoca no ser tenidos en cuenta y ser el último de la fila.

Me di cuenta de la gran diferencia que hacemos los latinoamericanos con los extranjeros, que en general los hacemos sentir a gusto, les preguntamos de donde vienen, como se sienten, como es su lugar de origen, que extrañan y qué añoran. Nos gusta saber que hay en otros lugares, como somos vistos a través de otros ojos, poder compartir, aprender y de ese modo ensanchar nuestro universo humano. Al europeo medio, no le interesa agregar nada a su ya muy satisfecha vida. Ese individualismo me pareció tan pobre y tan triste, tan poco humano… Desde mi simpleza y mi ignorancia, me pregunto si la guerra se sigue cobrando víctimas décadas después y deja este saldo tan horrible que no solo pagan los descendientes de los que la vivieron sino los descendientes de los que se salvaron, los que no la vivimos y debemos integrarnos a una sociedad afectada. Sobrepuesta en lo económico pero no en lo psicológico.

Este es el mundo que me toca vivir hoy. Detrás de toda esa magia y de esa aventura que es la migración para vivir en un lugar mejor, se rasga el alma y salen estas cosas, cosas lógicas que muestran la parte oscura de una sociedad: el individualismo.
Por eso, todos aquellos que me hacen tanto bien diciéndome “que bien que te fuiste”, cosa que tanto agradezco pues una a pesar de todo sigue dudando, tal vez puedan entender todas estas sutilezas que también forman parte de la vida. Son cosas que jamás me imaginé que pasarían, no sabía que existían, pero existen y están y hacen que uno sea menos feliz de lo que imaginan aquellos que se quedaron. Hacen que uno valore más de donde viene, la educación recibida, la patria grande, el compañerismo y la poca discriminación que se vive en nuestro país.

En el fondo debo sentirme agradecida pues puedo ver las dos caras de la moneda y eso me hace infinitamente rica, pero no me quita la tristeza y no por ello dejo de añorar, todos los días de mi vida, la tierra que dejé y la gente que amo que quedó allá lejos en el Sur de mis afectos…

1 comentario:

Alicia dijo...

Aunque el ùnico lugar extranjero que visitè, fue Uruguay, me imagino lo que se siente en esos casos.
Tengo una amiga ìntima, madrina de mi hijo menor, que emigrò el dìa de las Torres Gemelas (què dìa para viajar, no?), a España, y siempre la considerè MUY VALIENTE para tomar esa decisiòn, que dudo yo podrìa tomar.
Por eso, te felicito a vos tambièn por tener el coraje de iniciar una vida, lejos de tus raìces.
Besos.
Alicia